martes, 31 de mayo de 2016

Wearable para el corazón

  Este mini sensor es capaz de medir los niveles de lactato
  Permite analizar en tiempo real cómo reacciona el cuerpo al ejercicio
 El mundo de los dispositivos llevables o wearables está en completa expansión.  Un mini sensor que se aplica directamente en la piel y que es capaz de medir la actividad del corazón y los niveles de lactato, un compuesto orgánico que se genera con el ejercicio, lo que ofrece una radiografía sobre cómo el cuerpo de una persona está reaccionando ante una actividad física, algo útil para atletas, pacientes y médicos.
  Según un informe de la agencia de medios   Mindshare WPP y Goldsmiths, de la      Universidad de Londres (Reino Unido), el    76% de los usuarios de teléfonos  inteligentes señalan que la posibilidad de  vigilar su actividad física ha contribuido a  mejorar sus vidas. Sin embargo, muchos  expertos se muestran escépticos sobre lo  que aportan estos dispositivos en términos de salud.
 El Chem Phys, que se ha probado en tres  personas mientras hacían entre 15 y 30  minutos de pedaleo en una bicicleta, es  capaz de registrar adecuadamente la  reacción eléctrica de su corazón a ese  ejercicio y la de las células musculares,    que son las que producen el lactato. Este  nuevo dispositivo "combina sensores químicos, mecánicos y eléctricos, lo que es  toda una novedad y un gran avance en el camino de la medición biométrica,  además de transmitir la información en tiempo real. Los sensores híbridos  permiten una mayor toma de datos, pero también mejorar la calidad del mismo ya  que cada sensor se especializa en capturar una serie de mediciones  específicas que antes eran realizadas por un único sensor con un mayor índice    de error. Esta gran cantidad de información será almacenada en sistemas  denominados Big Data para poder conseguir patrones de comportamiento para  mejorar el rendimiento deportivo, valorar la evolución de patologías en enfermos  crónicos y para un diagnóstico precoz de enfermedades", concluye Diezma.

Cambio climático

El cambio climático está alterando las condiciones del planeta más rápido de lo que se preveía. Este fenómeno ha afectado a, prácticamente, toda la Tierra, excepto al polo Sur. Mientras la superficie de hiele del Ártico se ve reducida década tras década, la temperatura del océano Antártico se mantiene a lo largo de los años.

Un nuevo estudio realizado por la Universidad de Washington y el Instituto Tecnológico de Massachusetts resuelve el enigma depor qué un polo se mantiene helado, cuando el otro está derretido. Las observaciones muestran que los vientos huracanados procedentes del oeste que azotan la zona Antártica empujan hacia el norte la capa superficial del océano, dejando al descubierto las masas de agua inferiores.

"El océano Antártico es único porque está sacando agua a la superficie desde miles de metros de profundidad", explica Kyle Armour, autor del estudio y profesor asistente de Oceanografía y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Washington, Seattle. "Es agua realmente antigua y profunda la que está subiendo hacia las capas superiores del océano y no ha tocado la atmósfera desde hace cientos de años", cuenta el investigador. Las corrientes de la Antártida tiran continuamente de las aguas más profundas que no han estado en contacto con el aire desde hace miles de años y que, por tanto, no han estado expuestas a los altos niveles de dióxido de carbono responsables del aumento de las temperaturas.

Polen en las abejas

Cuando regresan a sus colmenas, las abejas pueden llevar en su cuerpo hasta una treintena de pesticidas. Aunque los neonicotinoides usados en la agricultura moderna forman parte del cóctel, un estudio muestra ahora que al menos la mitad de los insecticidas encontrados en una abeja no proceden del campo: se trata de piretroides usados en entornos urbanos y domésticos contra los mosquitos o para controlar los parásitos de perros y gatos.
Los insectos antófilos, del griego que aman las flores, como las abejas llevan un par de décadas en acusado declive.  Con un papel central en muchos ecosistemas y la producción agraria como polinizadores, su desaparición podría ser catastrófica. Aunque la causa última no está clara, hay quienes señalan a un virus, hongos, un parásito, el cambio climático, a los pesticidas agrícolas o a una combinación de todos ellos.
Ahora, entomólogos estadounidenses han analizado la presencia de agentes químicos en el polen recolectado por abejas de la miel (apis mellifera) de varias colmenas ubicadas en tres campos diferentes del conocido como cinturón del maíz, grandes extensiones del medio oeste de EE UU dedicadas al cultivo de este cereal. Lo primero que vieron es que, a pesar de alimentarse en zonas de monocultivo, las abejas portaban polen de 30 grandes familias de plantas, muchas de ellas ornamentales. Lo segundo, fue la cantidad y variedad de agentes químicos presentes en el polen.